- Estas puertas son diferentes a las que conoces... - le oyó decir a la chica. Mientras tanto, la puerta se deslizó y se cerró suavemente.
Reaccionando, trató de buscar un picaporte para abrirla, pero no había nada.
- ¡Dios mío! - fue lo único que salió de su boca- me parece que no puede abrirse desde adentro. Nos han encerrado a los dos.
Ella lo miró con tristeza y dijo:
- A los dos no, a uno sólo... - pasó a través de la puerta y desapareció.
Odiaba seguirle los tontos juegos a Pamela. Siempre lo metía en problemas y en el momento menos indicado, lo dejaba solo, para que se las arreglara como pudiera. Había caído nuevamente en su trampa.
Empezó a buscar alguna seña en la puerta, alguna cerradura o manija, pero no encontró. Se dio la vuelta y empezó a recorrer la habitación a tientas, ya que entraba poca luz y no lograba iluminarla lo suficiente. Llegó hasta una ventana desde la cual pudo observar la calle desierta, iluminada por un pequeño farol que se encontraba en la esquina. Debían de ser las 3 de la madrugada aproximadamente. Pamela lo había despertado justo a las 12, como siempre lo hacía.
La escasa luz que entraba desfiguraba los viejos muebles que se encontraban dentro. La lámpara de piso formaba una sombra que se proyectaba monstruosamente contra el techo. Los muebles, cubiertos por una espesa capa de polvo, reposaban silenciosos, sin haberse usado hace mucho tiempo. La madera del piso crujía en ciertos espacios, por donde Rodrigo caminaba.
- ¡Pamela! ? gritó furioso mientras golpeaba con su puño la puerta - ¡Regresa en este instante y sácame de aquí!
Una ligera risa burlona se escuchó en lo alto de la habitación, mezclada con la ventisca que se coló por una rendija en la pared. Rodrigo no sabía si fue sólo su imaginación que le jugó una broma o su querida amiga se encontraba todavía con él en la habitación. Giró sobre su propio eje para observar nuevamente la estancia, escudriñando con su mirada cada lugar semi iluminado pero no encontró a nadie.
Empezó a caminar de nuevo, haciendo sonar las tablas de la vieja casa, mientras buscaba una salida. La ventana se encontraba sellada y resguardada con unos barrotes por afuera y la puerta no tenía forma de abrirse por dentro, entonces, ¿cómo entró en primer lugar a esa habitación? De repente, Rodrigo sonrió aliviado.
Cerró los ojos por un momento, respiró hondo y los volvió a abrir. Observó por última vez lo que había sido su habitación y caminó hacia la puerta, traspasándola de la misma manera que lo hizo al principio su amiga.
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