Un poco tarde (no tan poco) pero les comparto un cuento que nos envió Giovanny. Gracias.
Se decía que el camino estaba maldito, y que cualquiera que se atrevía a pasar le sucedían cosas terribles.
Cuentan que un joven se perdió en esa vereda, encontraron al lado del cauce unas manchas de sangre en forma de manos cuando el diablo se lo llevó, jamás encontraron su cuerpo.
El otro día entre amigos, acordamos pasar por ese lugar, la apuesta era cruzarlo de noche y así probaríamos nuestra valentía.
Llegó el día, nos reunimos al lado del colegio, llegado el momento corrimos dentro de los matorrales, uno a uno cruzábamos los obstáculos, los callejones del laberinto, juramos ante todo no separarnos.
Corrimos buscando la salida, escuchábamos voces, el miedo se servía en una taza de café, acompañada de la repentina adrenalina que recorre los bongoes acelerados del corazón.
¡Cuantas veces caímos!, ataviados por el miedo, así nos levantábamos unos a otros, entonces dijo el mayor -¡Miren, allí esta una luz!- por fin habíamos llegado a la salida y corrimos todos chollados y llenos de mozote.
¡Que alegría!, lo habíamos logrado todos estábamos algo asustados, algo alegres, y entonces sobrevino el problema más grande que jamás me hubiera imaginado.
¡La llave! -Dije- ¡Se me cayó la llave!, tendré que volver por ella.
Ahí te ves -Me dijo uno-.
Nos vemos, ya es muy tarde -Me dijo otro-.
Este creo que mi mamá me está llamando -Comentó el más alto-.
¡Cobardes! -Dije- estaba solo y mi mente se debatía entre el deseo de alejarme y volver por la mañana o buscar entre los matorrales.
¡Al diablo! -Dije- que lo busque su abuela, volveré mañana bien tempranito apenas la luz del sol despierte el horizonte.
Y así fue, volví la mañana siguiente a buscar entre todo el recorrido, lo sé, tenía miedo, pero más grande era el miedo a la faja de cuero que me esperaba en casa.
Decidí ir solo, ya que los otros andaban en clase...
Llegué al camino, con mucho miedo, buscando en cada rincón la llave, y al pasar por un punto en medio del recorrido, había una especie de mirador, en su orilla crecía la verde grama, aquello era hermoso, disfrute el sentarme a respirar aire fresco, como en pocos lugares, no pude encontrar nada mas que aquel majestuoso lugar, a pesar de eso, dije: ¡qué bonito sería pasar todo el día!
¡Puedes hacerlo! -dijo una voz-.
Y patitas para que las tengo, si casi ni lo cuento, era una voz tenebrosa, como la de un joven, regresé por donde vine, con más frío que miedo. Les conté a los muchachos pero no me creyeron.
Tiempo más tarde, con más años, visité el sitio, sin miedo alguno, atrapado por la belleza de ese lugar, busqué el mismo sitio de aquel día maravilloso, pero no era el mismo, cerca unos chigüines en chancletas estaban recostados, ¡la próxima generación! -dije- y corrieron despavoridos del miedo.
Por alguna razón extraña tropecé con una piedra y me topé con una cueva, jamás en mi vida había visto algo así, dentro de la cueva encontré un cadáver y en sus huesudas manos llevaba una llave, la misma que había perdido años atrás.
Aún no encuentro una explicación razonable.
A veces creo que la llave está maldita, por que después de recuperarla he tenido el mismo sueño noche tras noche.
Me veo caminando cerca del puente, una mano tira de mí y caigo en el barranco, dentro del cauce un ejercito de almas en pena con candelas me persigue y busco como subir, al lograrlo corro directo a mi casa, golpeo con insistencia para que abran, no encuentro las llaves, el ejercito de zombis me persigue y justo cuando están a punto de llevarme, se escucha la cerradura abriéndose, en ese instante, distraído por los moribundos seres, se abre la puerta y una mano me tapa la vista introduciéndome a la casa.
Es allí donde despierto asustado, reconfortándome, tratando de olvidar esos sueños campados e irreales.
A veces quiero despertar de esta realidad, en donde un pequeño relato me sobresalta pasada la noche.
2 comentarios:
MUCHA TELE
"el ejercito de zombis me persigue", eso me hizo reír.
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