- ¿Qué estás haciendo?
Vero estaba hurgando en su monedero. Sacaba monedas, las observaba, las limpiaba y dejaba a un lado.
- Oye, ¿no me escuchaste?
- No, esta no me gusta -susurraba para sí Vero- mmm... esta está vieja. No, no, esta tampoco.
Vero abrió el cajón, sacó una cajita de madera y una pequeña llave, giró la cerradura a la izquierda y abrió la alcancía. Corrió a la cama y regó todas las monedas sobre la sábana turquesa.
- Ven, ayúdame a separar las monedas.
- ¿Para qué? No entiendo lo que estás haciendo.
- Necesito ver todas las monedas de 10 centavos que tengo.
Empezó a sacar las moneditas de 1 centavo, habían bastantes. Algunas de 25 y un par de euros que le había regalado su hermano.
- No, ninguna me sirve.
Volvió a meter todas las monedas en la alcancía, la cerró con llave, agarró su bolso y salió del cuarto.
- ¿A dónde vas?
- A la tienda - gritó Vero- necesito encontrar la moneda más bonita de 10 centavos.
1 comentario:
las obsesiones no las cura nadie y cuando algo se mete en la cabeza, por raro que parezca hay que darle salida sino se pueden enquistar y a raiz de ahí producirse algo peor.
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